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OPINIÓN
Maria J. Fernández (*)
Hace un año viajamos a Gambia con la ONG Proyecto de Gambia, creada por un grupo de amigos con la intención de crear proyectos sanitarios y educativos en Gambia. Así mismo, han creado proyectos de ayuda a escolares con pocos recursos económicos en el municipio de Ingenio (Gran Canaria).
Fue un viaje transformador e inolvidable, lleno de aprendizaje, gratitud y amor. Un viaje revelador que sin duda alguna volveré a repetir.
Un poco de historia
Gambia es una nación en África occidental. Se encuentra rodeada en su totalidad por Senegal, excepto en la desembocadura del río Gambia en el océano Atlántico. Su capital es Banjul, aunque la mayor ciudad del país es Serekunda. El país está situado en la ribera del río Gambia, que le da nombre al país, y que discurre por el centro del mismo con desembocadura en el océano Atlántico. El país tiene 10 500 km² de superficie y una población estimada de 1,7 millones de personas.
Gambia comparte con el resto de naciones de África Occidental un pasado asociado al mercado de esclavos, que fue el factor clave para el emplazamiento y mantenimiento de una colonia en el río Gambia, primero mantenida por portugueses y más tarde por el Imperio Británico. El 18 de febrero de 1965, Gambia logró su independencia del Reino Unido y desde entonces el país ha disfrutado de una relativa estabilidad política, con la excepción de un corto período de dictadura militar en 1994. En estos momento, Gambia vive un momento de incertidumbre política debido a que después de 22 años en el poder, Yahya Jammeh perdió las elecciones el pasado 01 de diciembre y aún se resiste a dejar el poder.
Es un país con unas tierras muy fértiles que han convertido la agricultura en uno de los elementos clave de su economía, junto con la pesca y el turismo. Aproximadamente la tercera parte de la población vive bajo el umbral internacional de la pobreza. Gambia posee unos de los Índice de Desarrollo Humano más bajos del mundo; con 0,441 se ubica en el puesto 175 de 188 países.
Gambia: un lugar para compartir, soñar y…¡Despertar!
Llegamos a Gambia y lo primero que me sorprendió fue su paisaje. Recuerdo como si lo estuviera viviendo en este preciso instante; ese olor tan rico e inexplicable al bajar del avión. Un olor salvaje, puro y fascinante.
A la llegada del aeropuerto la policía retienen a dos de las seis personas que fuimos a Gambia. ¿El motivo? Llevar una cajita de paracetamol y otra de nolotil. ¡No podía salir de mi asombro!
Los medicamentos allí son muy costosos y ni siquiera muchas de las personas que trabajan pueden permitirse algo que nosotros tenemos a nuestro alcance: un paracetamol. Allí se venden en pastillas sueltas a un euro cada pastilla. Si una maestra cobra 30 euros al mes y es considerado un buen empleo, imagina el resto…
Finalmente, salimos del aeropuerto sin problemas camino a Manyai, primera parada del viaje y donde íbamos a permanecer tres días.
Fue realmente impactante las imágenes que dejábamos a nuestro paso. Mercadillos al borde de la carretera donde podías ver desde ropa, electrodomésticos de segunda mano traídos de Europa, hasta piezas de carne colgando al sol, sin refrigeración.
Y de repente observo algo curioso, en Gambia no hay clase media, no existe. ¿Cómo me di cuenta de esto? Por los coches. La mayoría de los ciudadanos gambianos no tienen coche y lo que los tienen suelen ser de alta gama, y fue en ese instante donde comencé a ver a Gambia como un país de contrastes, donde no están cubiertas las necesidades básicas de una gran parte de la población.
La educación como proceso de transformación y cambio
En Gambia, la constitución obliga a la educación primaria gratuita, pero una falta de recursos en infraestructura educativa, hace de esta implementación un objetivo difícil de cumplir. En 1995, el porcentaje de alumnos asistentes a la escuela primaria era de alrededor del 65%.
Los costes de matrícula hacían imposible para muchos escolares asistir a la escuela, pero, en febrero de 1998 el presidente del país abolió estas matrículas durante los seis primeros años de escolarización. Las niñas representan el 40% de los estudiantes de primaria, aunque la tasa es bastante menor en el entorno rural y allí donde la pobreza no permite su acceso a la escuela. Aproximadamente, el 20% de los niños van a escuelas coránicas, donde estudian un plan de estudios más restringido que en la escuela pública.
Y te preguntarás, si la educación primaria es gratuita, ¿qué hace la ONG Proyecto Gambia? Te explico, en Gambia los niños van a primaria a los ocho años. Lo que hace Proyecto Gambia es financiar la educación para niños menores de esas edades para evitar que terminen trabajando en el basurero o en desamparo. Es ofrecerles una oportunidad de formación y de una comida al día, pero haciendo partícipes a los padres como parte esencial en la educación de sus hijos.
Lo que me motivó a ir a Gambia fue a colaborar con esta ONG en el trabajo que llevan a cabo en el Colegio Cherno Baba Nursery School de Manjai. Estaba tan ilusionada con ir, ver a los niños y compartir con ellos parte de su cultura y su día a día. ¡Y llegó el gran día!
El Colegio Cherno Baba Nursery School de Manyai
Cuando llegamos al colegio los niños estaban en sus aulas recibiendo clases. Entonces, nos dirigimos a dirección y lo primero que vimos fue a una chica ayudando en tareas de oficina con un bebé y un niño pequeño. Luego te contaré que hacía esta madre en el colegio exactamente 😉
Nos recibió Dalanda Jallow, la señora por la cual el colegio existe, ya que está construida en terrenos de su propiedad. El centro está dirigido por Dalanda y dos chicos más, haciendo las labores de director y subdirector del colegio, y éste último, a su vez, fue alumno del centro cuando era niño.
A parte de ellos, trabajan en el colegio unos maestros que sólo observando cómo imparten sus clases con tan pocos recursos te das cuenta que su profesión es vocacional y eso siempre deja huella.
Los niños son educados en dos idiomas: inglés y el de su propia etnia. Una cosa que me gustó mucho de Gambia es el respeto hacia las creencias de cada uno. A pesar de ser una República Islámica desde diciembre de 2015 conviven musulmanes y cristianos con total normalidad, sin fanatismos por parte de la población civil. Ibrahim, nuestro guía y persona de confianza de la ONG Proyecto Gambia, es musulmán como su mujer, sin embargo, sus hijos estudian en un colegio católico porque según él, su aprendizaje es superior en estos colegios. La religión no es un impedimento sino un símbolo de fe y respeto.
La alegría caracteriza a los niños. Sus sonrisas, llenas de inocencia e ilusión y cargadas de ganas de aprender te contagia serenidad, paz y felicidad. Y es que se han acostumbrado a vivir con muy poco, y en muchos casos, con casi nada.
¡Ver el asombro de una niña ante una caja de colores nueva es fascinante! ¡Lo que para nuestros hijos es algo cotidiano para ellos es algo extraordinario!
Los padres están implicados en la educación de sus hijos. Muchos de ellos son conscientes que la única forma de mejorar el país es a través de la educación.
La madre que vimos en dirección ayudando con las tareas suele ir al colegio a colaborar y ese día no dejaba de dar vueltas por allí. Su propósito era que su hijo pudiera entrar al colegio pero no tenía medios para costearlo, así que, estaba allí esperando que alguien le diera una oportunidad, que sucediera un milagro. Así fue como apadrinamos a su hijo mi marido y yo.
Fue muy generosa abriéndonos su corazón y sabemos lo afortunados que somos de poder contribuir tanto con Muhamma como con Fatou, nuestra niña apadrinada.
A veces, sólo hace falta una oportunidad para crecer y…¡Brillar!
Descubrir Gambia en todo su esplendor
A parte del colegio, pudimos visitar unos días el país. Gambia es un lugar precioso cargado de ilusión de prosperar y con rincones inolvidables para visitar. Un lugar para desconectar de lo exterior y conectar con tu esencia, con la naturaleza, con la vida. Pero también, un país donde queda mucho por hacer comenzando con la concienciación de la educación y sanidad.
Cuando visitamos el mercado de Serekunda pude inmortalizar la imagen de un niño vendiendo en la calle. Un niño de una edad similar a mi hijo pequeño, así que fue imposible no pensar qué diferente puede ser nuestra vida sólo por el hecho de nacer en un lugar u otro.
Otra de las imágenes captadas en el mercado de Serekunda fue la del pescado lleno de moscas, puedes verlo en la imagen inferior a la derecha. Lo que para nosotros no es comestible para ellos es el pan de cada día. Cuando vamos al país y nos vacunamos la primera recomendación es no bebas agua que no esté embotellada, ni consumas pescado crudo, ni verduras, etc. Y sin embargo, ellos la consumen a todas horas… Tal vez por todo esto, su esperanza de vida es baja.
Banjul nos dejó la tierna mirada de un niño, la aglomeración de la gente y el puente para ir a Janjanbureh.
Pudimos ver la playa donde salían las pateras rumbo a Europa y es que Gambia fue un país donde muchos habitantes salieron al mar buscando una oportunidad. El Gobierno gambiano aumentó la vigilancia en las playas y desde entonces es más complicado que puedan salir por mar en busca de una vida soñada.
Cuando el atardecer te atrapa
Este fue uno de esos momentos inolvidables que pudimos inmortalizar en Gambia. De hecho, en esta hermosa playa hicimos varias fotos, y una de ellas la elegimos para las invitaciones de nuestra boda.
Los atardeceres en Gambia son increíbles y la noche llena de estrellas dejan un espacio para la conexión con el Universo, donde puedes sentir la unión de cada uno de nosotros.
Sus playas atraen cada vez a más turistas y la amabilidad del pueblo gambiano hace que la estancia sea realmente maravillosa. Gambia es un país donde se respira seguridad y eso también es otra forma de atraer al turismo.
Cuando me avergoncé de ser europea
Sí, como lo oyes…En Gambia me avergoncé de ser europea. Conocí el sufrimiento y la generosidad del pueblo gambiano. Cuando fuimos a la Isla de Makati, aunque a ellos no les gusta llamarla así sino Janjanbureh, anteriormente Georgetown y en 1995 renombrada Janjanbureh, me impactó lo que allí se vivió y lo que los británicos hicieron con los nativos de la isla convirtiéndolos en esclavos para luchar en la guerra y comerciar con ellos.
Desde pequeña me ha conmovido la esclavitud y recuerdo cuando le preguntaba a mi madre cómo era posible que los hombres de raza blanca sometieran a los de raza negra, cuando los hombres de raza negra eran más fuertes que ellos. Y es que siempre he pensado que la esclavitud nació del sentimiento de inferioridad del hombre blanco sobre el negro.
Hace unos años encontré la respuesta sin buscarla: el sometimiento no era físico sino mental, los anulaban y así los dominaban. ¿Qué hubiese pasado si no hubiesen sido sometidos mentalmente? Probablemente, la historia sería muy diferente…
Entramos dentro de la celda donde estuvo Kunta Kinte y otros esclavos que los británicos consideraban rebeldes, es decir, los más fuertes que se resistían a sus peticiones. Aún hoy, cuando lo recuerdo, revivo el dolor que sentí al entrar allí. Las imágenes no transmiten lo que sientes al entrar allí ni el olor que emerge de ese habitáculo.
Accedimos a través de una bajada que nos lleva a un zulo en el que no podemos estar de pie, ya que no supera el metro y medio de alto. Sí, me asombra pensar que encerraban allí a hombres que superaban el metro ochenta durante mucho tiempo. Pero, si eso llama la atención lo que viene a continuación me pareció terrorífico, tanto que mientras nos contaban la historia no pude reprimir mis lágrimas…
Lo que ves entre estos dos gambianos, ambos tuvieron familiares esclavos, era el depósito de agua para que bebieran como animales, y la tortura psicológica continuó cuando les dejaban pasar hambre y de repente les tiraban un trozo de comida para que se mataran entre ellos. ¡Qué desconectados estábamos los europeos! Todos somos uno y lo que le haces al otro te lo haces a tí mismo…
Pero, lo que más me sorprendió fue cómo contaban la historia, lejos del rencor y el odio. Aceptan lo que ocurrió y están agradecidos a la vida porque se terminó. Hablan desde la compasión y el perdón y eso es de admiración.
Janjanbureh es un lugar para reflexionar sobre la brutalidad del ser humano y charlar con sus encantadores habitantes, herederos de un terrible pasado que aún se percibe en cada rincón de la isla.
7 aprendizajes que me llevé de mi viaje a Gambia
Ir a Gambia como voluntaria de la ONG Proyecto Gambia supuso un punto de inflexión en mi vida. No es lo mismo ayudar en la distancia y colaborar con diversas organizaciones como vivirlo de primera mano.
De Gambia volví llena de gratitud y amor, pero también de muchos aprendizajes. Aquí te comparto 7 de ellos:
1. Los ojos son el lenguaje del corazón
Para observar la belleza de la vida basta con mirar a través del corazón. La madre de Muhamma y yo hablamos de corazón a corazón pero nuestra mayor conexión no fue con las palabras sino con la mirada y con el abrazo.
2. La sonrisa es la conexión con el alma
Cuando caminas por Gambia encuentras sonrisas y alegría y piensas como viviendo en condiciones complicadas son capaces de derrochar felicidad. Su humildad y el agradecimiento hacia la vida contribuye a que su día a día se un poco más sencillo. Caminar por Gambia y encontrarte con la sonrisa de un niño es conectar con su alma y eso es inolvidable.
3. Las limitaciones sólo están en nuestra mente
Desde pequeña tenía dificultad para respirar por la nariz. A los dieciocho años fui operada de septoplastia y aún así mi respiración ha sido más por la boca que por la nariz…¡Hasta que llegué a Gambia!
Paseando por el mercado de Serekunda, donde entre otras cosas estaba la imagen del pescado que antes te mostré, me di cuenta que respiraba por la nariz y perfectamente además. Mi mente asimiló que o cerraba la boca para respirar o me entraría como mínimo moscas, polvo y otras sustancias que allí se respiraban. Así que comprendí una vez más que los límites sólo están en nuestra mente. Hoy por hoy respiro con normalidad
4. No es lo mismo ser espectador que protagonista de la obra de tu vida
Colaboro con varias organizaciones porque es otra de las formas que tengo de contribuir a mejorar el mundo. Pero después del viaje a Gambia comprendí que no es lo mismo colaborar desde lejos que vivirlo en primera persona, donde puedes ver la problemática real y empatizas aún más con sus desafíos diarios. Sus vidas mejoran pero la mía se ha transformado.
5. En Europa no estamos tan avanzados como creemos
Me encantó ver como en Gambia las mujeres dan el pecho a sus hijos en los lugares públicos con total naturalidad, sin que a nadie le sorprenda. Para ellos es la vida en su esencia aquí estamos con debates de donde se debería permitir amamantar a tu hijo y donde no. ¡Por favor!
6. África es el basurero de Europa
Para ir desde Banjul a Janjanbureh tenemos que cruzar el río Gambia en un ferry que estoy convencida que en Europa no estaría permitido subir ahí. A parte de la cantidad de gente que sube a él. En estas imágenes que tomamos puedes ver la cantidad de gente que hay. En el mismo ferry íbamos personas, vacas, gallinas, vehículos llenos…No podíamos movernos de la cantidad de gente que había. Y, para lo que nosotros fue una travesía de ida y vuelta para ellos es el pan de cada día.
En ese preciso momento me di cuenta que todo lo que en Europa no queremos termina en África: ferrys, móviles, guaguas (autobuses)… Lo que para nosotros no sirve para ellos es un lujo. Estoy completamente de acuerdo con el jugador de baloncesto senegalés Sitapha Savané que el cambio debe comenzar en África
7. El mayor regalo se llama…¡Compartir!
¡Compartir es el mayor regalo de la vida! Un abrazo, una sonrisa, una mirada, una conversación… Compartir con los demás nos empodera, nos ayuda a crecer, a mejorar y a amar.
Gracias a todos los que hicieron posible que este sueño se convirtiera en realidad. ¡Gracias Luz, Ciriaco, Loli, Manolo y Marcos por compartir una experiencia tan mágica como esta!.
Escucha a tu Corazón, conecta con tu esencia y abraza lo extraordinario
Mirar con los ojos del alma es conectar de CORAZÓN A CORAZÓN, mostrando nuestra GRATITUD y VULNERABILIDAD, aceptando que todos SOMOS UNO y que la AUTENTICIDAD es nuestro mejor compañero de viaje
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