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OPINIÓN
Carlos G. Rivero Quintana (*)
Tras
haber escenificado un primer intento de constituir un gobierno, y a pocas
semanas de acabar el plazo para la conformación del mismo, parece que el único
partido con opciones para conformarlo, el PP, está o parece estar viéndolas
venir, en algo que es todo un clásico en las estrategias de las diferentes
formaciones políticas, la de tensar al máximo una situación y sondear los
diferentes estudios externos e internos que desde la conveniencia partidista hacen
que la ciudadanía nos veamos abocados a sufrir unas terceras elecciones.
No
se puede obviar que el PP hasalido muy favorecido por la fractura interna del
principal partido de la oposición (PSOE). Esta circunstancia favorece sus
intereses y abre una posible opción de gobierno, sin descartar las más
variopintas opiniones y posibilidades inconcebibles antes de dichos problemas
del PSOE. Resulta complicado entender la contemporización en la toma de
negociaciones, que no de diálogo, para sondear opciones que den cabida a un nuevo
gobierno que evite terceras elecciones.
Parece
evidente que, para más de ocho millones de conciudadanos de nuestro país, no es
un elemento esencial los diversos casos abiertos (y en sede judicial) entorno a
presuntos delitos relacionados con la corrupción, para otorgarle su confianza.
Cuestión esta incomprensible en otras democracias más arraigadas, y que llevan
aparejadas un castigo electoral.
Si
bien el PSOE es la llave, justificar una hipotética abstención en el próximo
Comité Federal, ya sea en bloque ó por abstención técnica (11 abstenciones), entre
dos formaciones políticas históricamente enfrentadas que lleve al PP a
gobernar, deberá de ser transmitido con argumentos de gran calado a sus
militantes y sobretodo a su electorado. Esto se hace particularmente difícil
cuando en campaña negaron hasta la saciedad que no se iba a producir en las
anteriores elecciones: el "No a Mariano Rajoy" y a sus políticas, alardeando
además de formar parte de las llamadas "fuerzas del cambio".
No
pinta bien un acuerdo estable de gobernabilidad para los próximos años. Con su
actitud partidista prolongan esa sensación de incapacidad, que algunos tenemos,
de que la política en nuestro país se parece más a un juego especulativo y a
ver quien aguanta más, y menos a generar debates y consensos para dar
soluciones a una situación de crisis política, pero sobretodo social y económica
que se está dilatando demasiado en el tiempo.
Las
mayorías absolutas han concluido, y entre antes los partidos tradicionales lo
acepten, antes entenderán que las imposiciones unilaterales en temas esenciales
para la ciudadanía sin llegar a consensos, están abocadas al vacío.
Habrá
que esperar, para ver cuánto tardan en asimilar el mensaje de la ciudadanía
expresado en las urnas.
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