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martes, 5 de julio de 2016

El Brexit, un enfoque diferente

Guayadeque Digital / www.guayadequedigital.es
OPINIÓN
Carlos G. Rivero Quintana (*)
El jueves 23 de junio de 2016 quedará marcado como un hecho histórico en la Unión Europea (UE), fecha en la que se decidió la salida de uno de sus miembros por voluntad propia (Gran Bretaña), hecho este sin precedentes (aunque recogido en el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, también conocido como Tratado de Lisboa). Había tres ejes o cuestiones esenciales por las cuales los británicos decidieron el sentido de su voto: Seguridad, Inmigración y Economía. Esta salida podría cambiar la situación política/territorial del Reino Unido tal cual lo conocemos (con la posible independencia de: Irlanda del Norte y/o Escocia).

La decisión legitima, a la par que democrática, de expresarse en un referéndum, legalmente convocado, y la voluntad de la mayoría de la ciudadanía no tiene más que ser respectada por aquellos que defendemos la democracia, nos guste o no su resultado. Un resultado que no es bueno, ni para nuestros aún conciudadanos británicos (en donde la mayoría de los jóvenes querían quedarse en la UE, al contrario que sus mayores) ni para el resto de los europeos, y que establece un futuro incierto en el que no hay beneficio mutuo, y en el que las nuevas relaciones que nos vinculen no pueden ser nunca más beneficiosas para los británicos que para el resto de ciudadanos de la UE. Ya avisaron los partidarios del Brexit que no secundarían ninguno de los modelos de acuerdos que la UE tienen con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, siglas en inglés), Suiza o Turquía. Otras opciones pasan por comerciar dentro del marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC), o con un nuevo acuerdo de libre comercio (FTA, siglas en inglés) entre la UE y Gran Bretaña, en el que la UE tiene una posición de más peso. De un modo u otro las negociaciones bilaterales UE-Gran Bretaña serán duras y largas.

Tras el impacto inesperado para la UE y los mercados de todo el mundo, es necesario acometer un análisis sosegado sobre lo acontecido, y del por qué de la salida de un estado miembro (la segunda economía de la UE). La percepción de una sociedad siempre pivota sobre sus intereses, pero también sobre sus miedos que permite el crecimiento de los antieuropeístas, en muchos casos. La respuesta para contrarrestar a los antieuropeístas en diferentes países de Europa (Austria, Francia o Holanda, entre otros) pasará por demostrar que salirse de la UE va a perjudicar a aquel que tome dicha decisión, y será contundente desde la UE.

La Europa de las dos velocidades (los países del Norte y los del Sur) y de la desigualdad, tiene que diluirse en este punto de inflexión que ha generado el Brexit. La alternativa a las actuales políticas, alejada de la ciudadanía y sujeta en demasía a los mercados pueden llevar a la defunción de la UE. La baraja está echada y la elección para la supervivencia está en contar la reacción en cadena que los euroescépticos o antieuropeístas, apoyándose en el Brexit, desean y que deben ser subsanados lo antes posible. No podemos persistir en la decadencia de un modelo de Europa, que genera desafección entre sus ciudadanos, cuando omite algunos de sus valores esenciales a costa por ejemplo de su seguridad, y clara muestra de esto es la crisis de los refugiados sirios y otras nacionalidades, con un drama humanitario que toca en nuestras puertas y cuya reacción ha sido la de contener, alejar y expulsar a aquellos que, en su mayoría, huyen del terror de la guerra y la miseria (esta actitud avergüenza a gran parte de la ciudadanía de la UE).

Incentivar y potenciar la sensación de pertenencia, y de participación activa y cercanía a las instituciones europeas, contrarrestaría la idea de aquellos que consideran la UE (y sus instituciones) algo alejado y exento de interés y que apenas les afecta en su devenir diario (por el desconocimiento de las directivas y funcionamiento de las mismas instituciones). 

Articular fórmulas efectivas que hagan llegar a la ciudadanía la necesidad de la misma, su importancia, y terminar de perfilar una unión más efectiva, y sin complejos, con generosidad de los estados en aquellas materias que entrañan demasiadas sensibilidades y recelos para la soberanía de los mismos (avanzando más en: economía, potenciación de políticas sociales comunes, fiscal-financiera (en particular la unión bancaria, fondo de garantía de depósitos europeos, etcétera), hará construir un proyecto de futuro que evite y de sentido a aquellos que creemos en la importancia de una Europa fuerte, en un mundo globalizado, donde las fronteras, en demasiados casos, son líneas marcadas en un papel, y donde la libertad y los avances tecnológicos, nos sitúan como ciudadanos de un mundo globalizado.

 Legado acorde a una Europa próspera, solidaria y que defienda los valores que dieron origen al proyecto común, superando diferencias para hacer una UE que pertenezca, y donde prevalezca, la voluntad de sus ciudadanos y defienda los intereses generales de los mismos sobre cualesquiera otros intereses (nacionales y/o económicos, o de cualquier otra índole).

En definitiva, hacer política con mayúsculas, sin miedos ni complejos, corrigiendo los errores para ilusionar tanto al resto de los conciudadanos de los países que integran la UE, como a los futuros conciudadanos que se nos quieran unir, en una Europa fuerte, solidaria, con principios e instituciones que nos representen y de la que podamos sentirnos orgullosos y que podamos percibir como propias, en un proyecto común dentro de un mundo cada vez más globalizado.

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