OPINIÓN
Carlos G. Rivero Quintana (*)
No deja de ser una constante durante las campañas electorales, la sempiterna estrategia de las diferentes formaciones políticas de marcar las diferencias existentes entre ellos, algo que es de sentido común, para una vez transcurridas las elecciones cambiar de escenario y con “la excusa” de las negociaciones para conformar gobierno, sino se tiene mayoría (momento del ya consabido rodillo), optar por dejar de lado algunas de sus principales propuestas (las que ahora se denominan "líneas rojas").
Estas líneas rojas, son en esos momentos un acicate que permite justificar posiciones que se diluirán como un azucarillo a la hora de comenzar la legislatura, con las más variopintas excusas y argumentos casi pueriles, en no pocos casos.
Cuando a los partidos tradicionales ya no les sirve el consabido discurso del bipartidismo, optan por entrar en debates estériles como el "y tú más", intentando desviar la atención en asuntos baladíes, y en la estrategia de poner en marcha el ventilador para que la porquería se extienda de forma que todos queden salpicados, en una estrategia baldía que solo persigue manchar el buen nombre de aquellos que no han tocado poder en el gobierno central. Y es que, a estas alturas, la dupla PSOE-PP tienen un largo expediente de promesas electorales incumplidas a lo largo de su estancia en la alternancia del poder en nuestro país.
Si hablamos de debates electorales, nos encontramos en una encrucijada entre los que su pasado habla de ellos por sí mismo, PP-PSOE, y aquellos que se exponen a todos aquellos formatos que les permiten llegar a ese nicho de votantes indecisos que pueden desequilibrar una campaña electoral. Afortunadamente los nuevos partidos, Unidos Podemos-Ciudadanos, optan por una cultura democrática más "a la europea" en la que no tienen problema en enfrentarse dónde y cuándo sea necesario.
Habrá que esperar a la conformación de gobierno en la próxima legislatura, para ver de cuánto hay de verdad, en lo referente a su nivel de cumplimiento con sus respectivos compromisos electorales, en las acciones que lleven a cabo los nuevos partidos sin desnaturalizarse y ratificarse si son realmente adalides de una nueva forma, y fondo, de hacer política en nuestro país, dando soluciones a los problemas de la ciudadanía de a pie con el mayor consenso posible, y en defensa del interés general. ¿Será esto posible o hablamos de una utopía?.
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